jueves, 10 de septiembre de 2009

HISTORIA DE UNA MAESTRA

HISTORIA DE UNA MAESTRA
La Señorita Edith


La primera en llegar y la última en irse



Señores lectores y lectoras, como colofón de este trabajo en el que he puesto tanto cariño pues es de alguna manera presentar algunos recuerdos que son parte de mi niñez (cuando para mi no eran muy entendibles muchas de la situaciones de las que fui testigo)y vivencias de mi edad adulta (cuando ya puedo entender el por qué de la conducta de hombres y mujeres y justificar tantas actitudes humanas), he decidido incorporar un trabajo de mi autoría, presentado en el año 2004, hecho en homenaje a una gran maestra y amiga que me ha acompañado desde mis 11 años. Espero que después de leerlo ustedes compartan conmigo un recuerdo para algunas de los ó las maestros/maestras que en la escuela primaria tocaron un pedacito de vuestro corazón con el amor en forma indeleble.


Breve reseña histórica del comienzo de la comunidad educativa en nuestra zona.
En 1860 el Gob. Gral Bartolomé Mitre y su ministro de gobierno D. Domingo Faustino Sarmiento dictaron el decreto por el cuál se creaba una escuela en el vasto. partido de MAR CHIQUITA.
Se desconocen las causas que impidieron la creación de la mencionada escuela.
El 18 de julio de 1865, el vasto partido de Mar Chiquita fue dividido en dos secciones, creándose el Partido de Balcarce el cual comprendía el actual territorio de Gral. Pueyrredon.
En aquella época, el único centro de población en todo el Partido de Balcarce, era el Puerto de la Laguna de los Padres, hoy Mar del Plata.
Cuatro años después (1869) el Sr. Juez de Paz y Presidente de la Municipalidad, D. Florisbelo Acosta, presentó el plano del que debía ser el primer centro educacional del partido de Balcarce. Esta escuela seria conocida como Asilo Rural San José. El 30 de octubre de 1870 se aceptó una propuesta de D. Patricio Peralta Ramos, quien donaba al municipio un área de terreno para la escuela proyectada. Ésta se ubicaría en la mitad de la manzana 46 situada entre las actuales calles Hipólito Irigoyen, 3 de Febrero , Mitre y 11 de Septiembre. La piedra fundamental del asilo fue colocada el día 27 de diciembre de 1870. La tradición conservó este detalle: donde fue instalado el edificio que alojaría al Asilo Rural San José, habla sido anteriormente el chiquero durante los tiempos del Saladero de Coelho de Meyrelles.
El asilo rural se terminó de construir el 16 de julio de 1871 y el 21 de abril de 1872 se aprobó oficialmente la admisión de los alumnos a dicha institución escolar.

El reglamento de la Escuela Gratuita de Varones denominada “Asilo Rural San José” consta de 8 puntos. No es nuestro deseo citar textualmente los mismos, pero consideramos que sería de interés señalar algunas especificaciones tales como la edad mínima de admisión de los futuros alumnos: “Serán admitidos en el establecimiento para la debida instrucción, todos los niños varones del partido de Balcarce, desde la edad de siete años cumplidos.” Teniendo en cuenta las largas distancias a recorrer por los alumnos, éstos “serán internos y para su admisión en el establecimiento, el Municipal de Instrucción Pública extenderá el correspondiente certificado”. Luego se establecía que los gastos para el sostenimiento de la escuela serían costeados por la Municipalidad del Partido de Balcarce, aunque “con el sólo objeto de contribuir en parte y por ahora al pago de los gastos de alimentación que el establecimiento debe proporcionar, las personas que tengan educando sus niños en él, pagarán una mensualidad de ochenta pesos moneda corriente”.... si bien “ Se exceptúan de esa mensualidad, los huérfanos y menores, que existen bajo tutela o adopción de cualquier persona del partido”. Y como cumpliendo con la idea de Domingo Faustino Sarmiento de universalizar la educación en nuestro país, el artículo 7º del reglamento en cuestión rezaba: “Los niños de familias de partidos vecinos, donde carezcan de escuelas serán admitidos en el establecimiento bajo las mismas condiciones que los de este vecindario”.
Un año después de la inauguración de la escuela, el presidente de la municipalidad, D. Pedro Bouchez comenta: "que siendo insuficiente la punta de ovejas donadas por el vecindario para el sostenimiento de los niños y personal de la escuela “Asilo Rural San José' , pide se considere la necesidad que existe en comprar de rentas municipales, más, hasta obtener el número que se considere para que de capones en suplir las necesidades del consumo de dicha escuela. Que dado el mal estado en que se encuentra el edificio, propone practicarle las reparaciones necesarias". Las refacciones se debían a que el techo del establecimiento era demasiado pesado para las paredes construidas con mezcla de barro.
El día 2 de febrero de 1874 (8 días antes de la fundación oficial de Mar del Plata) D. Andrés Mac Gaul y D. Jacinto Peralta Ratnos, junto con D. Florisbelo Acosta y D. Benjamín Cueto formaron la comisión inicial que tomó el primer examen en el actual
territorio de la ciudad de Mar del Plata, el que había tenido un brillante resultado.
El 10 de febrero de 1874 se funda el pueblo de Mar del Plata en el lugar que existía la población conocida por el Puerto de la Laguna de los Padres.
La condición estructural del edificio, reflejada por un informe llevado a cabo por "maestros albañiles", no ofrecía "las precisas seguridades para resistir los efectos de la lluvia y vientos del invierno". Por lo tanto se alquiló a un costo de $ 1.000 mensuales la casa de D. Jacinto Peralta Ramos para ser usada como colegio y asilo.
Después de la fundación de Mar del Plata, se le encarga al agrimensor Carlos Chapeaurouge que trace el pueblo. Chapeaurouge toma la iglesia de Santa Cecilia como referente y comienza la traza de Mar del Plata. Esto obliga a la reedificación del asilo, que había quedado completamente fuera de la línea de calle. No sólo el Asilo Rural San José debe ser reedificado sino que en el año 1875 la Ley de Educación Común dispone el cambio de su denominación por la de Escuela Común Nº 1 de Varones. La escuela sigue amenazada por problemas tanto internos como externos, es así que una sequía que asoló la región obligó a un éxodo familiar lo que produjo una escasa inscripción de alumnos Fue por eso que la escuela casi es clausurado en 1876.
Después de la constitución del Consejo Escolar del Distrito de Balcarce en el año 1878, el inspector D. Juan Orué aconseja levantar un edificio - la Escuela Nº 1 del Puerto - que responda "a las más exigentes necesidades de su escasa población y concurrencia, economizando así los $ 1.000 moneda corriente mensuales, que por la escuela se pagan de alquiler”. Además D. Orué sugirió el reciclado de materiales que correspondían al asilo.
El 15 de octubre de 1879 se dividió el Partido de Balcarce, creándose a sus expensas el Partido de General Pueyrredon (Mar del Plata), que comprendía su extensión actual más el territorio que hoy forma el Partido de General Alvarado.

Para 1882 el estado del edificio seguía siendo tan deficitario que obliga al alquiler del edificio emplazado en la manzana 65 (Av. Luro y San Luis). Seis años después, la escuela ocupará una sección del primer edificio fiscal (manzana 52), lugar en el cual sigue en pie hasta hoy en día.
En la traza original de la ciudad de Mar del Plata, el Barrio del Oeste (nombre extraoficial usado por los vecinos) era el barrio limitado por las actuales calles Bolívar, Catamarca, Alvarado y Funes.
Es en este barrio donde desde el año 1899 sentó sus reales la escuela Nº 6. La escuela Nº 6, en sus más de cien años de vida, ha cobijado a muchos maestros y maestras que dejaron sus huellas en generaciones y generaciones de niños y niñas marplatenses. Y es en esta escuela donde la maestra, Srta. Edith Juana Viglienzoni, a quien dedicamos esta humilde reseña histórica, ejerció y culminó su carrera docente, digna de todo elogio y reconocimiento.

La Escuela Nº6

Esta escuela se inaugura el 17 de abril de 1886 bajo la presidencia de D. César Gascón, en el campo conocido como "La Loma ", propiedad de D. Antonio de la Llosa.
En 1899 se trasladó a la esquina de la Avenida Independencia y Falucho, en la manzana donde hoy se encuentra el Colegio San Vicente. 25 años después se muda al edificio de Almirante Brown esquina La Rioja y en 1949 pasa a su presente locación: Mitre esquina Gascón. Su primera directora fue la Sra. Joaquina Acevedo en el año 1885.
Año 2004
Revolviendo amarillentos papeles observo antiguas fotos. Son casi todas, por no decir todas, fotos de grupos escolares, de niños y niñas, tomadas en las décadas de 1940 y 1950. En una de ellas, tomada en 1950 – “Año del Libertador General San Martín” - me hallo yo. Estoy rodeada de mis compañeras y de “mi” maestra, “nuestra” maestra de 5º grado C.

Tengo buena memoria, muy buena memoria y recuerdo los nombres y apellidos de casi todas las chicas que están sonriendo – como yo - a la cámara fotográfica. De cualquier manera doy vuelta la foto y encuentro allí los nombres de todas mis compañeras, nombres que corroboran los datos que guardaba mi retentiva y añado aquellos que se habían ido de ella. Luego me miro al espejo y me veo como soy hoy, 54 años después, y reconozco en esta imagen de mujer madura, delgada, que esboza una sonrisa a esa niña de 10 años, rolliza, jovial y sonriente. Es que a través de tantos años y de tantas circunstancias vividas durante las sumas y restas de la vida, esta mujer que soy y esa niña que fui conservamos nuestra identidad en una expresión que reconocemos como propia y que nos enorgullece haber nacido con ella y haberla conservado desde la infancia hasta la madurez : nuestra mirada.
Ver es una acción relacionada con los sentidos; mirar es una acción referida a las ideas, la imaginación, los sentimientos y la fe. La vista representa un atributo y una función física; la mirada es casi una confidencia del espíritu. Mientras los ojos ven la mano hace; mientras el alma mira la mente piensa y el corazón siente. De la mirada de esa niña que me sonríe desde la foto se percibe sus sentimientos y su fuerza latente que se irá desarrollando lentamente en todos los más y los menos que la vida le presentará. De la mirada que refleja la imagen que me devuelve el espejo, quizá la presbicia ha triunfado sobre el brillo de la juventud pero la esencia de la mirada se conserva intacta, pura, no se cuela ni suspicaz ni resentida entre las puntillas de los párpados. No hay entrecejo fruncido ni boca con arrugas. La explicación de esta imagen casi tersa del rostro de una señora sesentona no está en el quirófano de ningún cirujano plástico ni en una serie de inyecciones de Botox, sino en el caudal de ternura que recibí de todos mis maestras y maestros de la escuela primaria. Esa ternura es una virtud que las madres hacen sentir a sus hijos. Por eso la idea de que las maestras son nuestras segundas madres. Pero no queda ahí la entrega de esas “segundas madres”. Ellas también me han enseñado a trabajar con mi mente y me han animado con sus ejemplos decididos y rectos a la lucha que me esperaría, la que debería enfrentar sin desmayos, con fe en mí misma y en la sociedad a la que pertenezco. Me hicieron entender que sería una persona de bien cuando pensase, cuando sintiese, cuando creyese y cuando obrase en consecuencia.

Año 1947
Mi maestro de 2º grado
Señor Osiris J. Bozzano


Era el primer día de clase y una expectativa debía haber estado presente en todos mis actos de ese día. Era algo nuevo. No me refiero el asistir a clase sino al pensar que debía compartir un tiempo - yo no sabía calcular muy bien cuanto tiempo eran los nueve meses del ciclo lectivo de aquel año 1947 - con una nueva maestra. Ya no sería nuestra maestra la señorita de Primero, rubia, simpática, algo chiquilina, que se reía tanto con nosotros que casi parecía una compañera más. Además ella tenía a su favor ser la mamá de un compañerito nuestro al que llamábamos Banana y esa situación la hacía aún más compinche de nosotros. Por lo menos así lo sentíamos.
Mi papá y mi mamá me llevaron ese primer día a la Escuela. Había mucha gente y entramos casi a empellones. El patio estaba lleno de papás y mamás; abuelos y abuelas; maestras y maestros. El bullicio era enorme y volver a encontrar a los compañeritos del año anterior me llenaba de gozo. Además retornar a esos sitios conocidos, el patio, la dirección, las puertas que se abrían al patio y que cada una de ellas era la entrada a un aula me dieron una sensación de pertenencia que me hizo muy bien. Los más chicos se aferraban a sus papás y no querían dejarlos por nada del mundo. Al final se hizo un silencio y yo desde mi escasa altura pude ver el mástil y una cinta celeste y blanca que era el anuncio de la llegada del abanderado y sus escoltas. Y luego, el silencio que imponía la autoridad del Director de la Escuela. Un maestro insigne. D. Juan Néstor Guerra. ¡Un lujo de educador y un lujo de persona!

Después de la usual ceremonia de bienvenida los maestros comenzaron a llamar a sus alumnos. Y ahí sentí un aguijón en mi tierno corazoncito. Yo me había ilusionado con ser alumna de la señorita Maria – nunca supe su apellido. Era española, muy dulce y a mí se me hacía que era casi una abuelita.
Siempre iba vestida de oscuro debajo del albo delantal. Su cara era pequeña y sin afeites. Los cabellos recogidos en un rodete. A pesar de su suavidad (habrá sido tímida?), de su voz, que era muy tenue y parecía que estaba orando, y de su ausencia de gritos, los chicos siempre le obedecían y el orden imperaba en su aula.
Pero no, no fue así. A mi me tocó el maestro Osiris J. Bozzano! Un maestro.... ¡Dios mío!
¡Y mi papá se había ido…!. Traté de amucharme con mis compañeritos y bueno.... quizá esa sería mi primera experiencia a afrontar. Ya les presentaría más tarde mis quejas a mis papás. Segunda desilusión. Cuando comenté en casa, entre sorbo de café con leche y mordisco de pan con manteca con sal, mi situación de alumna del Sr. Bozzano, mis padres se mostraron tan contentos que ni siquiera me atreví a pedirle a mi mamá que me volviera a colar la leche que, mientras yo contaba de mis penurias, se había enfriado y una capa de nata cubría la superficie el amarronado líquido.
Al día siguiente, ya sentada en el primer banco - por que era “portadora” de lentes - comencé a buscar en el maestro algunas de las virtudes que mis papás decían adornaban a su persona. Físicamente era alto, morocho, dulce, ahora me doy cuenta que era muy elegante en su vestir, nos hablaba con dulzura. Su voz era lenta y agradable. A lo mejor no era tan terrible ser su alumna! Y no lo fue. En verdad, fue un regalo de la vida tener como maestro de segundo grado a D. Osiris J. Bozzano. Con él aprendí tantas cosas cuando sólo tenía 8 años de edad que ahora, al rememorarlas para dejarlas escritas en este pequeño homenaje a mis maestros de la escuela primaria, me parecen imposibles. Con el Sr. Bozzano aprendí a leer y a entender (desde una versión infantil, por supuesto) el Martín Fierro y a reírme con los consejos del Viejo Vizcacha. Esto que parece arrancado de un cuento de ciencia ficción para los alumnos de los niveles primarios del siglo XXI, fue en mí tan positivo que me acercó a mi papá en cuanto a la lectura y costumbres del ser argentino. Sí, aprendí a sumar, a restar, a escribir, pero también aprendí a amar y sentir mi nacionalidad. Y si este sentimiento se fija en una persona a tan tierna edad, esta persona lo llevará consigo el resto de su vida y le dará el justo valor tanto a su país como a la importancia de pertenecer al mismo. Como dijo Carlos DiFulvio en su monumental obra “La Conquista del Desierto” …“ uno no puede renegar de las tetas que lo alimentaron”.

Año 1948
Mi maestra de 3º
Sra. De Roediger

Cuando se acercaban las vacaciones del verano 1947/48 ya el calor nos hacía soñar con la playa, los helados Laponia, el Royal Skating y las vueltas en bicicleta en la Plaza Mitre. Qué esfuerzo teníamos que hacer para ponernos a estudiar y hacer los deberes! Pobre maestro de 2º grado! Cómo deber haberse armado de paciencia para animar a los agobiados párvulos que formábamos su brigada estudiantil! Pero en la vida todo llega.... y todo se va. Y así llegaron y se fueron las vacaciones de ese verano un día después de yo festejar mi noveno cumpleaños. Siempre empezaban las clases el 1º de marzo siendo mi cumpleaños el 28 de febrero!!!
El 1º de marzo de 1948 entré al aula de 3º con más ganas de ir a jugar que ponerme a estudiar. Sentía un poco de tristeza y rabia por tener que estar encerrada entre las paredes del aula aún cuando el sol veraniego seguía reinando en el cielo marplatense. La maestra que nos recibió era alguien quien, sin yo saberlo, me iba a dar felicidad pues me enseñaría a complementar mi gusto por la lectura, descubierto gracias al Sr. Bozzano, con mi facilidad para poner en negro sobre blanco todas las operaciones de mi razón, que no es otra cosa que el pensar. Esta maestra no era muy joven – de acuerdo a lo que una niña de 9 años podía juzgar. A esa temprana edad yo sólo podía atribuir a las personas sus maneras lógicas de ser. Mi mamá era mi mamá, mi maestra era mi maestra y ambas eran señoras y las señoras no eran jóvenes. ¿Se entiende mi lógica infantil? De cualquier manera, yo simpaticé con ella de inmediato y me sentía muy bien en el aula, me gustaba el libro de lectura que teníamos: Girasoles, me gustaba sumar y restar y descubrí que disfrutaba escribiendo. No recuerdo cuándo lo hice pero sí recuerdo que teníamos como deber que escribir una composición sobre... vaya uno a saber después de tanto tiempo y de tantas composiciones hechas cual fue el tema de esa primera. Seguramente no era sobre “La Vaca”. En fin, sólo recuerdo que estuve un rato largo, muy largo mirando los renglones de la hoja del cuaderno sin saber que escribir. Mi mamá no era muy amiga de ayudarme en mis tareas escolares. Decía que su mejor ayuda era no ayudarme. Que con el tiempo me iba a dar cuenta de que ella no era “mala” como yo le decía. No pasaron muchos años antes que yo aceptara que mi mamá tenía mucha razón. No sólo en eso, sino en muchas otras cosas.
Bueno, lo cierto es que después de pensar mucho.... algo escribí. Qué escribí, cuánto escribí.... no lo sé, no lo recuerdo. Pero lo que si recuerdo es que cuando la Señorita nos devolvió los cuadernos con la composición corregida, me llamó al frente y me dijo, delante de mis compañeros, que la composición estaba muy bien escrita y que siguiera escribiendo tan bonito!!! Después de algunas otras composiciones un día me llamó y me dijo que si seguía así con el tiempo me convertiría en una mezcla de Gabriela Mistral y Juana de Ibarbourou. Bueno, este presente mío demuestra que la Sra. De Roediger no era una pitonisa... era sólo una gran maestra! No me convertí en ni en Gabriela de Ibarbouru ni en Juana Mistral, como es obvio, pero su predicción marcó mi futuro: yo era una niña más bien tímida, así que ese elogio no sólo me llenó de gozo sino que abrió en mi alma un deseo de pensar y de volcar todo ese pensamiento sobre el papel. Por supuesto esto que escribo en este momento está acorde a mi edad e intelecto. A los nueve años yo habré escrito a tontas y locas y debí haber redactado horrores pero fue el comienzo de la puesta en movimiento de mi espíritu, la génesis de mi capacidad de idear, la justificación de mi inteligencia. Y así fue como en 2º grado aprendí a leer y en 3º aprendí a escribir , en 5º aprendí a ser generosa, humilde, prolija, agradecida, y en 6º aprendí a juntar todos esos conocimientos para forjar mi personalidad joven sin adolecer durante los años que van del paso de ser niño a joven.

Año 1949
Mi maestra de 4º grado
Señora de Frontini

Era joven de cara sonrosada y muy, muy elegante. A mitad de año se retiró con licencia pues estaba esperando un bebé. Son muy pocos los recuerdos que guardo de ella. Tampoco tengo muy presente a la maestra suplente. Quizá se debió a un problema de locación. Ese año nos mudamos. Dejamos la vieja escuela que estaba sita en la esquina .....de la intersección de las calles Almirante Brown y La Rioja y pasamos a un edificio enorme, muy moderno en las calles Mitre y Gazcón. Esta es precisamente la actual ubicación de la escuela. Quizá eso influyó en mi espíritu y por eso no recuerdo muy bien ese 4º grado. Ya no nos llamaba la campana a los recreos, ahora había un timbre, las aulas eran grandes, el patio enorme, la sala de actos inmensa. En la dirección ya no estaba el Señor Guerra. El viejo maestro se había jubilado, la dirección ya no era ejercida por ese maestro prolijo, severo pero de dulce gestos, a quien sentía casi como un papá. No digo padre que es una palabra que me suena más austera, menos cariñosa. Prefiero decir papá. Al menos ese era mi sentimiento hacia el Señor Guerra.

Teníamos un nuevo director, el Señor Miguel Calabrese.
Era distinto tanto en su físico como en su trato. Era un buen maestro, un hombre honrado quien había sido maestro rural. Tenía las manos gruesas, una calva incipiente. Sus movimientos no eran bruscos. Quizá no tan atildado como el señor Guerra pero siempre era atento, de talante parejo y meticuloso. Con los años me enteré que era poeta. Pero yo era muy niña para darme cuenta que lo esencial, como dijo El Principito, es invisible a los ojos.
Extrañaba al Señor Guerra. Para colmo teníamos “Páginas Argentinas” como libro de lectura. Lo menciono pues ese libro fue escrito por Juan Néstor Guerra. El duende de la escuela se había quedado en la antigua casona y con él mi placer de estar en la escuela. Me gustaba estudiar pero algo ensombrecía mi ánimo, era como una voz interior que me decía que ese mágico estuche que me había acogido durante tres años – desde los 7 a los 9 – ya no abrigaría más mis juegos durante los recreos y quizás las maestras no serían tan dulces como antes. ¿Por qué ese sentimiento? No sé, quizá porque fui inmensamente feliz desde los 7 a los 9 años con mis maestra de 1º, con el Sr. Bozzano de 2º y con la Señora de Roediger, mi maestra de 3º.


Año 1950
Mi maestra de 5º grado
Srta. Edith J. Viglienzoni

Obra en mi poder un documento único. Su valor es incalculable porque es moral, es intrínsico, es humano; porque es una muestra de valor de pensamiento, de conciencia y de conducta; porque existe en su esencia, en su espíritu, en su verdad. Por eso ya no he de hablar del valor de este documento sino de su valer y de la valía de la persona que ha originado el mismo.
Un sabio, un santo, un héroe, UNA MAESTRA tienen valer y tienen valía. El valer es mérito, la valía es reputación. La sociedad nos concede la valía, el Cielo (llamémosle Providencia), nos da el valer.
Cuando valer y valía se juntan en una sola persona aparece en nosotros un sentimiento que sólo podemos definir con la palabra estima. ¿Qué es sentir estima por alguien? Es sentir aprecio, afecto, consideración, agradecimiento por ser como es.
Y esto es lo que siento por la señorita Edith Juana Viglienzoni, mi maestra de 5º grado C en el año 1950 – “Año del Libertador General San Martín”.
Maestra de raza, ser humano querible, admirable. Soberbia en su modestia. Generosa en demasía. Dedicó toda su vida a sus alumnos. Creo que siempre tuvo confianza en ellos. Y ahora cuando cansada del tanto trajinar se ha sentado para descansar y volver la vista atrás y ver la ruta recorrida es que he decidido dedicarle estos humildes renglones como un pequeño reconocimiento al amor y a la educación que recibí de ella cuando era una niña y que me ha formado como persona.

Pero me he ido por las ramas y debo volver al tronco de este trabajo. Decía que obra en mi poder un documento único al que le reconozco su valor. Es el Registro de Instrucciones y Observaciones, Escuela Nº 6, Distrito de General Pueyrredon desde el año 1942 al año 1954, de la Señorita Edith Juana Viglienzoni, modelo de maestra honorable que durante doce años trabajó por y para la educación de los niños marplatenses. De la lectura de este registro se desprenden los siguientes datos: en el año 1938 la Srta. Viglienzoni era maestra de 4º grado A en la Escuela Nº 17 del Distrito de General San Martín. Encuentro copia de un informe elevado a la Inspección General el 25 de octubre de 1938 por la Inspectora Seccional Sra. Felisa V. Ochoa. Este informe es el primero de una serie de ellos que conforman una foja brillante de servicios que valoran el cumplimiento preciso de su deber de docente durante el transcurso de su carrera.
Hojeando el registro - que tan gentilmente me prestara para este trabajo la Sra. Estela Musolino – sólo encuentro informes avalados por Inspectores Seccionales e instrucciones firmadas por Directores o Vice directores que se suceden los unos a las otras dando fe de toda su labor educadora a lo largo de dos décadas y media de trabajo de una maestra que no ha conocido ni fatigas ni desmayos durante 25 años.
Durante 25 años en que sólo fue maestra de grado. ¿Sólo fue maestra de grado? ¿Hay algo más grande que ser maestra de grado?... Yo no soy maestra de grado pero he sido alumna y por eso hoy, que soy docente daría cualquier cosa por ocupar – como siempre por mi problema visual - el primer banco frente al pizarrón para recibir las clases de todos y cada uno de mis maestros de grado como hace 50 años.

Volviendo al primer informe que aparece en el Registro ya mencionado, de fecha 25 de octubre de 1938, el mismo deja constancia que la Señorita Edith Viglienzoni, cuyo título es Maestra Normal, ocupa el cargo de Maestra por veinticinco años, desde el 28 de julio de 1930 hasta la fecha de su merecida jubilación a finales del ciclo lectivo de 1955. No es mi idea fatigar al lector con la transcripción de este o de algunos de los informes que completan su legajo profesional. Por lo tanto he de destacar lo que considero puede ser valioso para formar el marco del cuadro que he de pintar usando como pinceles mis sentimientos y tomando de la paleta los colores dados por el sentido moral, espiritual e intelectual de mi Señorita Edith.

Así en el informe firmado por la Sra. Felisa V. Ochoa, Inspectora Seccional (28-10-1938), el Concepto sobre la docente Edith Juana Viglienzoni es Sobresaliente y la Apreciación Sintética de la misma es valorada en Diez Puntos. Cuatro años más tarde ya las instrucciones son firmadas por el Señor D. Juan Néstor Guerra, Director de la Escuela Común Nº 6 Bartolomé Mitre del Partido de General Pueyrredon. En 1942 la Srta Edith es maestra de 3º Grado Sección C. Al año siguiente ya es maestra de 5º Grado Sección C. El informe de ese año, firmado por el Inspector Seccional de Escuelas Señor Aníbal G. Busto (21-10-1943) nos presenta la siguiente PLANILLA DE CONCEPTO PROFESIONAL
referente a la Docente Edith Juana Viglienzoni: Grado 5º C.- Turno: de mañana.-
PLANILLA DE CONCEPTO PROFESIONAL

DOCENTE: EDITH JUANA VIGLIENZONI
GRADO : 5to C
TURNO: Mañana
Alumnos inscriptos:
33
Inasistencias en un año:
2
Ilustración Profesional:
9
Espiritu Profesional:
10
Habilidad Docente:
10
Trabajos en el aula:
10
Resultado de la enseñanza:
10
Aptitudes directivas:
10
Condiciones Personales:
10
Apreciación Sintáctica:
10


A este informe le siguen – desde 23/05/1944 al 30/05/1948 - 13 notificaciones, doce de ellas firmadas por el Señor Director Juan Néstor Guerra y una con la firma del Vice Director Señor Oubiña.
Todos son elogios para la maestra de grado. Elogios que se refirman en el Informe que el Inspector Jefe de Zona Señor Mario L. Mojer firma con fecha 29 de julio de 1948, donde leemos “ ....... su experiencia y alto concepto del deber se pone al servicio de la escuela rindiendo en la medida propuesta. Por ello y, felicitándola le asigno el máximo puntaje con que se valora la maestra de sus condiciones: DIEZ PUNTOS (10)”.
Ya , a partir del año 1949, no aparece más la firma de D. Juan Néstor Guerra. El viejo maestro se había jubilado. Las instrucciones eran firmadas por el nuevo Director D. Miguel Calabrese ó por el Vice Director Sr. Oubiña. Es así como a partir del 28 de junio de 1949 cambia la letra en los informes que figuran en el registro. Pero no cambia el contenido de las mismas. Siempre está presente la recurrente palabra: excelente, excelente, excelente.... Concepto que se repite desde junio de 1949 hasta octubre de 1954 en no menos de 16 notificaciones. En ese año, 1954, la Srta. Edith ya no es maestra de 5º grado; ahora sus alumnos son más pequeños, cursan el 1º Superior. En la foto se la ve rodeada de 19 pequeños, todos varoncitos muy elegantes en sus guardapolvos blancos, prolijos en sus cabellos y seriecitos en sus expresiones
Me exime de cualquier acotación a esta nueva situación el informe del 21 de octubre de 1954 firmado por el Director de la Escuela Nº 6, D. Miguel Calabrese, parte del cual transcribo a continuación.
“....La exposición oral del niño, muy por encima del nivel que marca el grado y la edad...” “....Con recursos pedagógicos muy bien utilizados, aprovecha la señorita maestra la actividad natural del niño y su afán de saber. El estado excelente del grado, revelado por el aprovechamiento la hace merecedora de mis felicitaciones y destaco que es nueva en el grado, ya que durante varios años estuvo a cargo de 5º grado, evidenciando siempre sus dotes de maestra excelente.”

Es una buena política bautizar cada aula con el nombre de algunos de nuestros próceres o prohombres de la historia de nuestro país. Nuestra aula, la de 5º C, estaba bajo el patronazgo de “el ilustre educador” D. Domingo Faustino Sarmiento. ¿ Coincidencia del destino? Una gran maestra dictaba sus clases en un aula patrocinada por un gran maestro. De ahí que anualmente la Señorita Edith organizaba una fiesta en homenaje al jefe espiritual del grado. Se decía en los pasillos de la escuela que cada año la Señorita Edith se superaba en su organización. Realmente no era – y no lo será nunca – tarea fácil manejar situaciones en las que el protagonista sea ese viejo cascarrabias y colérico aunque lúcido e inteligente que era Domingo Faustino Sarmiento. Pero ella siempre encontraba motivos para ensalzar – y con justicia – su figura: reconocer que hoy tenemos instrucción y que muchos de nosotros hemos ido a una escuela pública; que en 1880 – 120 años antes de la Web - Argentina era uno de los países con una de las más extensas redes telegráficas del mundo que comunicaba a la Capital del país con los parajes más lejanos a ella; que el progreso era una obsesión para él, etc. etc.

No es de extrañar los elogios con los que la dirección de la escuela premiaba a la maestra y a sus alumnos. Transcribo un fragmento de una de las tantas notificaciones de la dirección: “ Es evidente y digno del más cálido elogio el esfuerzo y la preocupación constante de la Srta. Edith Viglienzoni, cuyas condiciones docentes he visto confirmadas una vez más. Esta sencilla pero emotiva fiesta habla con elocuencia de sus afanes y consagración a la enseñanza, siéndome altamente grato felicitarla así como a todas sus alumnas”. Fdo. Juan Néstor Guerra

También es lindo recordar los Concursos de Lectura que ella organizaba, las tareas dedicadas a la correspondencia inter-escolar, la formación de una biblioteca del aula, actividades estéticas, los festejos ante cada fecha trascendental para nuestra patria, etc., etc.


Y luego, después de varios años dedicados a la actividad docente la Señorita Edith se acogió a los beneficios de la jubilación. Esta le fue otorgada en el año 1955. Estaba en la plenitud de su vida y de su intelecto. Pero la ley es la ley y ya los niños no tendrían la suerte de ser guiados por esta maestra tan maestra. La comunidad educativa lamentaría su retiro.




Año 1951

Mi maestro de 6º grado
Señor Emiliano Martínez

Ya estábamos en 6º. Ya éramos los más grandes de la escuela. Yo ya era señorita. En el año 1951 aún las “señoritas” jugaban con muñecas! Las cosas no eran iguales por que nosotros no éramos los mismos. Y esta vez fue otro maestro, el Señor Emiliano Martínez. Qué decir del Señor Martínez sino elogios, sólo elogios. En una edad que comenzaba a ser difícil supo abrir e iluminar mi inteligencia adolescente. En lo personal educó mi intelecto y lo preparó para el salto que en meses debía producirse: de la escuela primaria al colegio secundario. Él me preparó para rendir mi examen de ingreso al Colegio Nacional Mariano Moreno - otra página imborrable en mis recuerdos de estudiante. Con orgullo digo que obtuve el tercer puesto en la grilla de ingreso. Eso hoy no significa nada para los jóvenes del siglo XXI, pero si para mí que soy una joven del siglo XX. Espero que algún lector comparta este sentimiento.

Recuerdo que el Sr. Martínez y yo trabajamos sobre la Guía del Ingreso de los Profesores Braña de Iacobbucci y Guillermo Iacobucci. Este manual aún obra en mi poder. Releerlo deja un sabor agridulce en mi paladar. ¡Cuanto conocimiento!, ¡Cuanto se valoraba la capacidad intelectual de los adolescentes de aquella época! Éramos capaces si... pero también teníamos docentes que de alguna manera fueron nuestros mentores intelectuales que supieron sacar lo mejor de nosotros. Pero lamentablemente, estos trabajadores del intelecto siempre han sido mal recompensados pues los gobernantes nunca entendieron – y parece no entienden ni entenderán – que el trabajo de un solo maestro en una sola escuelita del paraje más remoto de nuestro país es preparar para la Argentina una generación mejor para el futuro.

Otros maestros

Una palabra para el Señor Oubiña, el Vice Director.
Siempre erguido, siempre serio. Su cara estaba siempre tranquila. Su presencia imponía respeto. Cuando él entraba al aula o pasaba entre las filas, dejábamos de hablar o de movernos. Era una autoridad pero no era autoritario. Serio pero no severo. Muy culto, era un docente en cuerpo y alma. Lo encontré ya muy anciano, cuando la vida le había quitado a su esposa y tenía a un perrito como compañero. Pasaba los meses de invierno en la Capital Federal y los veranos en nuestra ciudad. A pesar de los años su cara mantenía sus rasgos viriles, sus ojos brillaban y su memoria estaba intacta. Cuando estaba en Mar del Plata, pasaba con su perrito por el frente de mi casa. Después de un tiempo no lo vi más. Así es la vida.





Colofón



Como colofón de este humilde trabajo,
hecho con más amor que oficio,
me he permitido transcribir
una sentida poesía escrita
por el maestro
Señor D. Miguel Calabrese,
Director a la sazón de la Escuela Nº 6
“General Bartolomé Mitre”
en ocasión del retiro
de la Srta. Edith Viglienzoni,
en reconocimiento de la labor
realizada por ella
y
como afectuosa despedida,
con fecha 10/09/1955.

EDUCACIONALES
La docente de la Escuela Nº 6 “General Bartolomé Mitre”, señorita Edith J. Viglienzoni, que acaba de acogerse a los beneficios de la jubilación, fue despedida con una cena por el personal directivo , docente y Comisión Cooperadora. Hizo uso de la palabra el director del establecimiento , señor Miguel Calabrese, quién en una sentida poesía de la que es autor, dijo: “A la señorita Edith J. Viglienzoni.-

Impresiona el silencio de mi cuarto. No atino
En este vago encuentro con tanta confusión
Con la palabra exacta que evoque tu camino
De preciada, fecunda, sublime floración.

De Jesús el aliento para largas jornadas,
De Sarmiento, potencia que estalla al enseñar...
¡ Tus risas, tus pesares, fueron cosas pasadas,
pero el alma del niño, no las puede olvidar ¡

Forjaste tesonera, con placer, con destreza
Templadora en la impronta de tu propio existir.
Enseñaste el camino del Amor, la Belleza...
¡Y en tu hoguera entusiasta, te sentiste fundir!

Seguiste por la ruta de los maestros... Grande
Fue tu constante anhelo de cumplir el deber,
Por eso en una aurora de ventura se expande
Ese afán de los hombres de enseñar y aprender.

Edith... Fue la primera cumpliendo la tarea,
Edith... marchaba al cierre de la última puerta.
Nos brindaba su apoyo... nos brindaba su idea...
¡Pues es genio latente que en las sombras despierta!

En nombre de los nobles maestros argentinos,
En nombre de los niños, en nombre de la ciencia,
Gracias, porque fuiste luces en los caminos
Dejando tu constancia, tu ejemplo y tu experiencia.

¡Quise decirte tanto...! Pero un duende travieso
se filtró por la trama de mis versos, y es esta
la hora desdichada que aturdido y obseso
emocionado digo la palabra: ¡Maestra!


Antes de cerrar este trabajo deseo concluirlo con las palabras escritas y leídas por ese maestro rural con alma de poeta que fue el señor Miguel Calabrese, director de la Escuela Nº6 “Bartolomé Mitre”, en ocasión del almuerzo ofrecido por la Asociación de Maestros de la Provincia de Buenos Aires, el “Día del Maestro” celebrado el 11 de setiembre de 1970:

En fin, esto no es un panfleto ni político ni gremial. Es sólo un pequeño homenaje a mi señorita de 5º grado, a mis maestros de la Escuela Primaria Nº6, y a todos los docentes. Pienso que hay que quererlos mucho, valorarlos aun cuando nos hayan parecido injustos, ayudarlos en sus tareas estudiando y cumpliendo con nuestros deberes, esforzándonos por ser cada día un poco mejor y tratar de ser parte de una generación de argentinos que lleve a nuestro país a la posición de privilegio que tuvo y que nunca debió perderse.


La señorita Edith aún está con nosotros. Es un regalo del destino tenerla con sus hermosos 93 años – nació el 2 de febrero de 1911 – lúcida y de muy buen humor.




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